jueves, 15 de mayo de 2014

Cuento: El árbol y su fruto






EL ARBOL Y SU FRUTO

Ya hacía un árbol muy viejo y sabio que había nacido sobre un peñasco con vista al mar, bajo su custodia cientos de hojas  nacían, crecían y morían. Quien sino él conocía el paso del tiempo el cual vivía día a día, con paciencia cientos de amaneceres y atardeceres se presentaban bajo su sombra en el azul del profundo mar.

Luz y oscuridad, el viejo árbol vivía y moría con cada otoño, con cada invierno que implacable aparecía una vez al año. Y sus frutos, ha esos hermosos y delicados frutos que nacían dentro de sus entrañas. Vida y muerte, un juego del tiempo al que ya se había acostumbrado.

Un día uno de sus frutos, el más pequeño de esa cosecha le dijo:

-          - Yo quiero ser como tú, grande y fuerte.

-          - Lo serás, si vuelas- le contestó amoroso el centenar árbol.

-         -  Por qué tengo que alejarme de ti- le preguntó en un tono triste.

El árbol en su inmensa sabiduría le contesto:

-        - Porque a mi lado crecerás sano y saludable, pero al caer mi sombra te impedirá que crezcas y te desarrolles. Aunque mi amor quiera protegerte te ahogarías y morirías bajo mi sombra. Por eso debes irte, buscar tu propio camino, forjar tu destino y volar.

El pequeño fruto se quedó pensativo y un poco molesto – es que no me quiere por eso dice que me vaya – se dijo así mismo.

En ese momento se le acercó un albatros, una majestuosa ave de plumaje blanco con la punta de sus alas manchadas de color oscuro, su pico con forma de gancho y de color naranja.

-         -  Uf, que cansado estoy – dijo, mientras se posaba bajo una de las ramas del viejo árbol -  hola querido amigo días sin verte, veo que estas en época de cosecha.

-         - Si – le contestó – ¿hacia adónde te diriges hoy? – le preguntó.

-          - Hacia unas islas en el Caribe, es un hermoso lugar para vivir, casi como aquí pero más bello, con arenas color perla y playas que imitan al jade.

-          -  ¡Ey! Tú- dijo dirigiéndose a su pequeño fruto- ¿aún quieres ser grande y fuerte? – le preguntó.

-          - Sí – le contestó con firmeza.

-         - Entonces- dijo dirigiéndose al ave - albatros, arráncalo de mi y llévatelo con tigo.

El albatros sorprendido, obedeció de inmediato las órdenes del árbol y con el gancho de su pico arrebató el pequeño fruto. Este dejando salir un pequeño gemido de dolor, vio hacia atrás lo que había sido su vida, su sustento, el único amor que había conocido.

-         - No quiero irme aún- grito con todas sus fuerzas- no estoy listo, no puedo vivir sin ti, sin tu protección. No puedo comenzar de cero – decía mientras el ave alzaba el vuelo.

-        - Es hora de vivir -  fueron las únicas palabras que escuchó de aquel árbol.

El viaje fue largo, la última imagen que había registrado el fruto era el árbol que había visto majestuoso convertirse en pequeño frente a sus ojos  y desaparecer con cada aleteo del ave que ahora era su único sustento.

-         -Ya casi llegamos - dijo por fin el albatros – no te pongas triste sobrevivirás, eres fuerte, eres hijo de ese árbol centenar. El fruto, no respondió.
  
Después de un rato de solo vislumbrar el inmenso mar, llegaron a una increíble isla que era mucho mejor que lo que el ave había descrito. El albatros aterrizó en un peñasco y le dijo al fruto.

-         - Hoy voy a desgarrarte, eso será muy doloroso ya que solo la semilla puede crecer, si no lo hago te pudrirás poco a poco desde adentro hasta morir definitivamente y ese no es el objetivo.

El pequeño fruto sintió miedo no quería ser destrozado, no sobreviviría pensó.

-        - Es hora le dijo el ave – mientras insertaba el cruel pico en sus suave centro. Luego abrió un hueco y enterró la semilla en el lugar que había escogido para él, lejos de posibles depredadores, cerca de la vida: el agua y la luz.

El fruto, hoy convertida en semilla, durmió. Se echo al sueño profundo donde le arrullaba su madre, la tierra. Después de algún tiempo, era hora de salir y poco a poco la luz fue su principal aliada para construir una nueva vida.

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