El
juego de pelota
Inspirado
en el Popol Vuh, las antigás historias del Quiché.
Esta es la historia
de Zipacná, antes de ser derrotado por los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, este
era hijo primogénito Vucub- Caquix y Chimalmat, y hermano de Cabránca el
gigante, en la época en que el sol y la luna aún no habían sido creados por el
corazón del cielo, que es el nombre de dios: Huracán, así decían los antiguos.
Un día Zipacná iba en
búsqueda del dios-tacuacín y el dios-coyote que vivían en los grandes montes
para retarlos a un juego de pelota, luego de un rato de caminar por la
escarpada senda se los encontró echando suertes con granos de pito.
- - ¿Qué haces en estos montes Zipacná?-preguntó
asustado el dios-tacucín, quien sabía que el joven cuando llegaba a un lugar no
era por mera cortesía.
-
- Vengo a retarlos a un juego de
pelota a ustedes dos, dioses del Quiché, tierra de muchos árboles.
El dios-tacuacín le
dijo interesado:
- -
¿Qué nos darás si ganamos?
Zipacná contestó:
- - Se ganarán los montes de Chigag,
Hunahpú, Pecul, Yaxcanul, Macamob y Huliznab que fueron creados en una sola
noche por mí.
Entonces el
dios-coyote preguntó:
- - ¿Qué quieres si perdemos?
Zipacná les
contestó:
- - Ustedes harán que Yac (el gato de
monte), Utiú (el coyote), Quel (el chocoyo) y Hoh (el cuervo), me den a mí las
mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.
Los dioses se
vieron el uno al otro, asombrados por la petición del joven, sabían lo que esas
mazorcas significaban para los progenitores Tepeu y Gucumatz, el nacimiento de
la humanidad. Ya que estos son elementos
esenciales para la creación de estos nuevos seres que habitarán la superficie
de la tierra.
- - ¿Sabes lo que nos estás pidiendo?-
dijo el dios-tacuacín a Zipacná- ¿qué harás con esas mazorcas?
- - Eso no les competen- dijo el joven
sarcástico- lo harán o no, saben que un duelo al juego de pelota no se niega y
si se ignora se paga con la muerte.
En ese momento una
carcajada estruendosa se hacía sonar sobre un extremo de la arboleda, era
Vucub- Caquix el padre de Zipacná, quien sentado sobre un palo de nance y deleitándose
de estos frutos escuchaba entretenido la interesante propuesta.
- - Entonces está decidido, yo jugaré
también ya que serían dos contra uno- dijo con una sonrisa entre sus labios- y
conmigo estamos completos.
En ese instante apareció
Vac (el gavilán), se paró sobre una rama de un palo de Guachipilín amarillo, e
hizo aparecer frente a todos el majestuoso estadio donde se daría el encuentro.
- - Yo seré el que decida el ganador,
aquí están los instrumentos para el juego: la pelota, los anillos, los guantes
y cueros para protegerse.
El juego comenzó,
la pelota se alzó en el aire cuando de un puntapié fue llevada hasta un extremo
de la cancha por Zipacná, en ese momento Vucub- Caquix la golpeó con la cadera
para que entrara en uno de los anillos.
Pero en un abrir y cerrar
de ojos, el dios-tacuacín alcanzó de un salto la pelota y golpeándola con la
cabeza la hizo llegar al otro extremo del campo donde se encontraba el dios-coyote
que de un colazo la pretendía insertar en la portería contraria.
Enseguida, Zipacná
de dos zancadas alcanzó la pelota y la golpeó con la muñeca izquierda de su
mano, y le gritó a su padre – ahí va- Vucub- Caquix con un soplido la hizo
entrar al arco de los dioses.
Vac gritó- uno, van
ganando padre e hijo, señores del Xibalbá (infierno).
En seguida la
pelota se puso en juego y temiendo los dioses por su destino, ya que si
entregaban las mazorcas la humanidad no existiría y morirían en manos de los
progenitores, ante su pensamiento pusieron todo su empeño.
La pelota rodó, el
dios-tacuacín corrió hacia ella así como Zipacná, el dios la golpeó con la
cabeza en dirección al dios-coyote, quien lo recibió y con la cadera la envió
al anillo de sus adversarios.
Vac gritó- uno,
para los dioses.
El juego se
intensificaba, había mucho que perder. La pelota yacía en el campo, Vucub-
Caquix tiró la pelota en dirección de su hijo, pero fue interceptada por el
dios-tacuacín quien con un duro coletazo alzó la pelota directo en los anillos.
Zipacná al verse derrotado, se paró en la cola del dios y le arrancó de un solo
tirón todos los pelos, por eso los tacuacines tienen la cola pelada.
Vac gritó- dos,
para los dioses. Estos ganan.
Vucub- Caquix y
Zipacná molestos no podían modificar la veredicto y tuvieron que entregar los
montes a los vencedores, los que fueron las primeras tierras habitadas tiempo
después por la humanidad de maíz blanco y maíz amarillo.