martes, 20 de mayo de 2014

El juego de pelota



El juego de pelota
Inspirado en el Popol Vuh, las antigás historias del Quiché.

Esta es la historia de Zipacná, antes de ser derrotado por los gemelos Hunahpú e Ixbalanqué, este era hijo primogénito Vucub- Caquix y Chimalmat, y hermano de Cabránca el gigante, en la época en que el sol y la luna aún no habían sido creados por el corazón del cielo, que es el nombre de dios: Huracán, así decían los antiguos.

Un día Zipacná iba en búsqueda del dios-tacuacín y el dios-coyote que vivían en los grandes montes para retarlos a un juego de pelota, luego de un rato de caminar por la escarpada senda se los encontró echando suertes con granos de pito.

-         - ¿Qué haces en estos montes Zipacná?-preguntó asustado el dios-tacucín, quien sabía que el joven cuando llegaba a un lugar no era por mera cortesía.

-          - Vengo a retarlos a un juego de pelota a ustedes dos, dioses del Quiché, tierra de muchos árboles.

El dios-tacuacín le dijo interesado: 
-         -  ¿Qué nos darás si ganamos?

Zipacná contestó:

-       - Se ganarán los montes de Chigag, Hunahpú, Pecul, Yaxcanul, Macamob y Huliznab que fueron creados en una sola noche por mí.

Entonces el dios-coyote preguntó:

-         - ¿Qué quieres si perdemos? 

Zipacná les contestó: 

-       - Ustedes harán que Yac (el gato de monte), Utiú (el coyote), Quel (el chocoyo) y Hoh (el cuervo), me den a mí las mazorcas amarillas y las mazorcas blancas.

Los dioses se vieron el uno al otro, asombrados por la petición del joven, sabían lo que esas mazorcas significaban para los progenitores Tepeu y Gucumatz, el nacimiento de la humanidad.  Ya que estos son elementos esenciales para la creación de estos nuevos seres que habitarán la superficie de la tierra.

-         - ¿Sabes lo que nos estás pidiendo?- dijo el dios-tacuacín a Zipacná- ¿qué harás con esas mazorcas?

-         - Eso no les competen- dijo el joven sarcástico- lo harán o no, saben que un duelo al juego de pelota no se niega y si se ignora se paga con la muerte.

En ese momento una carcajada estruendosa se hacía sonar sobre un extremo de la arboleda, era Vucub- Caquix el padre de Zipacná, quien sentado sobre un palo de nance y deleitándose de estos frutos escuchaba entretenido la interesante propuesta.

-        - Entonces está decidido, yo jugaré también ya que serían dos contra uno- dijo con una sonrisa entre sus labios- y conmigo estamos completos.

En ese instante apareció Vac (el gavilán), se paró sobre una rama de un palo de Guachipilín amarillo, e hizo aparecer frente a todos el majestuoso estadio donde se daría el encuentro.

-        - Yo seré el que decida el ganador, aquí están los instrumentos para el juego: la pelota, los anillos, los guantes y cueros para protegerse.

El juego comenzó, la pelota se alzó en el aire cuando de un puntapié fue llevada hasta un extremo de la cancha por Zipacná, en ese momento Vucub- Caquix la golpeó con la cadera para que entrara en uno de los anillos.

Pero en un abrir y cerrar de ojos, el dios-tacuacín alcanzó de un salto la pelota y golpeándola con la cabeza la hizo llegar al otro extremo del campo donde se encontraba el dios-coyote que de un colazo la pretendía insertar en la portería contraria.

Enseguida, Zipacná de dos zancadas alcanzó la pelota y la golpeó con la muñeca izquierda de su mano, y le gritó a su padre – ahí va- Vucub- Caquix con un soplido la hizo entrar al arco de los dioses.

Vac gritó- uno, van ganando padre e hijo, señores del Xibalbá (infierno).

En seguida la pelota se puso en juego y temiendo los dioses por su destino, ya que si entregaban las mazorcas la humanidad no existiría y morirían en manos de los progenitores, ante su pensamiento pusieron todo su empeño. 

La pelota rodó, el dios-tacuacín corrió hacia ella así como Zipacná, el dios la golpeó con la cabeza en dirección al dios-coyote, quien lo recibió y con la cadera la envió al anillo de sus adversarios.
Vac gritó- uno, para los dioses.

El juego se intensificaba, había mucho que perder. La pelota yacía en el campo, Vucub- Caquix tiró la pelota en dirección de su hijo, pero fue interceptada por el dios-tacuacín quien con un duro coletazo alzó la pelota directo en los anillos. Zipacná al verse derrotado, se paró en la cola del dios y le arrancó de un solo tirón todos los pelos, por eso los tacuacines tienen la cola pelada.

Vac gritó- dos, para los dioses. Estos ganan.

Vucub- Caquix y Zipacná molestos no podían modificar la veredicto y tuvieron que entregar los montes a los vencedores, los que fueron las primeras tierras habitadas tiempo después por la humanidad de maíz blanco y maíz amarillo.

jueves, 15 de mayo de 2014

Cuento: El árbol y su fruto






EL ARBOL Y SU FRUTO

Ya hacía un árbol muy viejo y sabio que había nacido sobre un peñasco con vista al mar, bajo su custodia cientos de hojas  nacían, crecían y morían. Quien sino él conocía el paso del tiempo el cual vivía día a día, con paciencia cientos de amaneceres y atardeceres se presentaban bajo su sombra en el azul del profundo mar.

Luz y oscuridad, el viejo árbol vivía y moría con cada otoño, con cada invierno que implacable aparecía una vez al año. Y sus frutos, ha esos hermosos y delicados frutos que nacían dentro de sus entrañas. Vida y muerte, un juego del tiempo al que ya se había acostumbrado.

Un día uno de sus frutos, el más pequeño de esa cosecha le dijo:

-          - Yo quiero ser como tú, grande y fuerte.

-          - Lo serás, si vuelas- le contestó amoroso el centenar árbol.

-         -  Por qué tengo que alejarme de ti- le preguntó en un tono triste.

El árbol en su inmensa sabiduría le contesto:

-        - Porque a mi lado crecerás sano y saludable, pero al caer mi sombra te impedirá que crezcas y te desarrolles. Aunque mi amor quiera protegerte te ahogarías y morirías bajo mi sombra. Por eso debes irte, buscar tu propio camino, forjar tu destino y volar.

El pequeño fruto se quedó pensativo y un poco molesto – es que no me quiere por eso dice que me vaya – se dijo así mismo.

En ese momento se le acercó un albatros, una majestuosa ave de plumaje blanco con la punta de sus alas manchadas de color oscuro, su pico con forma de gancho y de color naranja.

-         -  Uf, que cansado estoy – dijo, mientras se posaba bajo una de las ramas del viejo árbol -  hola querido amigo días sin verte, veo que estas en época de cosecha.

-         - Si – le contestó – ¿hacia adónde te diriges hoy? – le preguntó.

-          - Hacia unas islas en el Caribe, es un hermoso lugar para vivir, casi como aquí pero más bello, con arenas color perla y playas que imitan al jade.

-          -  ¡Ey! Tú- dijo dirigiéndose a su pequeño fruto- ¿aún quieres ser grande y fuerte? – le preguntó.

-          - Sí – le contestó con firmeza.

-         - Entonces- dijo dirigiéndose al ave - albatros, arráncalo de mi y llévatelo con tigo.

El albatros sorprendido, obedeció de inmediato las órdenes del árbol y con el gancho de su pico arrebató el pequeño fruto. Este dejando salir un pequeño gemido de dolor, vio hacia atrás lo que había sido su vida, su sustento, el único amor que había conocido.

-         - No quiero irme aún- grito con todas sus fuerzas- no estoy listo, no puedo vivir sin ti, sin tu protección. No puedo comenzar de cero – decía mientras el ave alzaba el vuelo.

-        - Es hora de vivir -  fueron las únicas palabras que escuchó de aquel árbol.

El viaje fue largo, la última imagen que había registrado el fruto era el árbol que había visto majestuoso convertirse en pequeño frente a sus ojos  y desaparecer con cada aleteo del ave que ahora era su único sustento.

-         -Ya casi llegamos - dijo por fin el albatros – no te pongas triste sobrevivirás, eres fuerte, eres hijo de ese árbol centenar. El fruto, no respondió.
  
Después de un rato de solo vislumbrar el inmenso mar, llegaron a una increíble isla que era mucho mejor que lo que el ave había descrito. El albatros aterrizó en un peñasco y le dijo al fruto.

-         - Hoy voy a desgarrarte, eso será muy doloroso ya que solo la semilla puede crecer, si no lo hago te pudrirás poco a poco desde adentro hasta morir definitivamente y ese no es el objetivo.

El pequeño fruto sintió miedo no quería ser destrozado, no sobreviviría pensó.

-        - Es hora le dijo el ave – mientras insertaba el cruel pico en sus suave centro. Luego abrió un hueco y enterró la semilla en el lugar que había escogido para él, lejos de posibles depredadores, cerca de la vida: el agua y la luz.

El fruto, hoy convertida en semilla, durmió. Se echo al sueño profundo donde le arrullaba su madre, la tierra. Después de algún tiempo, era hora de salir y poco a poco la luz fue su principal aliada para construir una nueva vida.

martes, 13 de mayo de 2014


Este mi primer blog sobre un reportaje que realice en 2008, homenaje a los 30 años de muerte de Monseñor Romero.

HOMENAJE A MONSEÑOR ROMERO